No se pueden pedir peras al olmo
1 Segundos Un poquito de mí... sábado, febrero 04, 2006 a las 21:35.
La ciudad (Roma, para los más despistados) que me acoge durante seis intensos meses no deja de sorprenderme. Esta vez lo ha hecho deportivamente, concretamente a través del “Calcio”. Sí, ese juego en el que veintidós chambones se pasan noventa minutos corriendo detrás de un balón con la mera intención de encajarlo en una red sostenida por tres palos. Se trataba de un partido entre la Roma y la Juvent. Siento mucho no poder dar datos futbolísticos más precisos sobre el encuentro y la situación de los equipos, pero he de confesar que me aborda una amplia incultura en este ámbito.
Mis compañeros de aventura y yo, no pudimos resistirnos, así que nos dejamos llevar por la emoción del acontecimiento. No nos lo podíamos perder, sobre todo por el módico coste de diez euros. Cuando nos dispusimos a comprar las entradas, tan sólo quedaban localidades a dicho precio en el fondo norte del Olympico romano. Nos dio igual, pero una duda nos sacudió a todos a la vez: ¿Con qué equipo iríamos para evitar problemas con los hinchas italianos? Lo decidiríamos al llegar allí.
Llegamos al estadio con algo más de media hora de antelación y cargados de bebidas alcohólicas y otros menesteres. Una vez localizado nuestro acceso, tuvimos que pasar por unos tres registros. La “polizia” nos revisó las entradas, los bolsos y nos cacheó. Las bebidas, sin tapones, pasaron, pero los otros menesteres no corrieron la misma suerte. Una vez dentro, y antes de ir a nuestros sitios, nos invadió una necesidad biológica. Más tarde, nos arrepentiríamos de haber visitado aquellos baños que trasladaron a una amiga a su pasado viaje a tierras marroquíes. Por fin, y tras pasar por encima de algunos espectadores, conseguimos sentarnos, aunque no eran nuestros puestos asignados. Daba igual, estábamos allí y en el bando de la Roma. De pronto, comprendimos el por qué del precio tan económico de las entradas. Junto a nosotros estaban los “tifosi”, o sea, los ultras de la Roma. Y al otro lado, separados por un muro de plástico duro y un cordón policial, los radicales de la Juvent. Una vez asumida la situación, estaba claro a favor de qué equipo iríamos, y en cuestión de segundos vitoreábamos con ellos cantos ofensivos hacia los aficionados del equipo contrario. En lo que no estábamos dispuestos a participar fue en la guerra de lanzamiento de botellas y tapones, que paradójicamente podían comprarse dentro del estadio. Lo demás, podéis imaginarlo: un romano con una brecha en la cabeza, bengalas, petardos, insultos, frases irrepetibles...
Pero de todo esto, lo que más llamó mi atención fue el nivel de lavado de cerebro, si es que les queda algo, al que pueden llegar los “tifosi”. Todos de pie, reunidos frente a su líder que, de espaldas al campo durante todo el partido, va entonando las premisas. Como auténticos gorilas, repiten al mismo tiempo los cánticos que les ordena su cabecilla. Cualquier acción llevada a cabo, a su entender, en su contra por el mediador del juego, les irrita de tal manera que se lanzan contra los muros de plástico intentando atravesarlo con su rabia y sus patadas. Muestras de violencia de forma continúa, mientras que por los altavoces del Olympico se ruega un comportamiento civilizado. Algo que, que por cierto, me pareció ridículo. No sé pueden pedir peras al olmo, ni actuaciones cívicas a las cabras.
Mis compañeros de aventura y yo, no pudimos resistirnos, así que nos dejamos llevar por la emoción del acontecimiento. No nos lo podíamos perder, sobre todo por el módico coste de diez euros. Cuando nos dispusimos a comprar las entradas, tan sólo quedaban localidades a dicho precio en el fondo norte del Olympico romano. Nos dio igual, pero una duda nos sacudió a todos a la vez: ¿Con qué equipo iríamos para evitar problemas con los hinchas italianos? Lo decidiríamos al llegar allí.
Llegamos al estadio con algo más de media hora de antelación y cargados de bebidas alcohólicas y otros menesteres. Una vez localizado nuestro acceso, tuvimos que pasar por unos tres registros. La “polizia” nos revisó las entradas, los bolsos y nos cacheó. Las bebidas, sin tapones, pasaron, pero los otros menesteres no corrieron la misma suerte. Una vez dentro, y antes de ir a nuestros sitios, nos invadió una necesidad biológica. Más tarde, nos arrepentiríamos de haber visitado aquellos baños que trasladaron a una amiga a su pasado viaje a tierras marroquíes. Por fin, y tras pasar por encima de algunos espectadores, conseguimos sentarnos, aunque no eran nuestros puestos asignados. Daba igual, estábamos allí y en el bando de la Roma. De pronto, comprendimos el por qué del precio tan económico de las entradas. Junto a nosotros estaban los “tifosi”, o sea, los ultras de la Roma. Y al otro lado, separados por un muro de plástico duro y un cordón policial, los radicales de la Juvent. Una vez asumida la situación, estaba claro a favor de qué equipo iríamos, y en cuestión de segundos vitoreábamos con ellos cantos ofensivos hacia los aficionados del equipo contrario. En lo que no estábamos dispuestos a participar fue en la guerra de lanzamiento de botellas y tapones, que paradójicamente podían comprarse dentro del estadio. Lo demás, podéis imaginarlo: un romano con una brecha en la cabeza, bengalas, petardos, insultos, frases irrepetibles...
Pero de todo esto, lo que más llamó mi atención fue el nivel de lavado de cerebro, si es que les queda algo, al que pueden llegar los “tifosi”. Todos de pie, reunidos frente a su líder que, de espaldas al campo durante todo el partido, va entonando las premisas. Como auténticos gorilas, repiten al mismo tiempo los cánticos que les ordena su cabecilla. Cualquier acción llevada a cabo, a su entender, en su contra por el mediador del juego, les irrita de tal manera que se lanzan contra los muros de plástico intentando atravesarlo con su rabia y sus patadas. Muestras de violencia de forma continúa, mientras que por los altavoces del Olympico se ruega un comportamiento civilizado. Algo que, que por cierto, me pareció ridículo. No sé pueden pedir peras al olmo, ni actuaciones cívicas a las cabras.
jajajjaa me rio, pero es lamentable q acontecimientos deportivos se usen para montar follones!!! eso es deporte??
aysssss
mas besitos salados de CHOI