Vencidos por el tiempo

En un segundo relato todos y cada uno de mis diminutos fragmentos temporales...


La suerte


Pocas veces se me resisten aquellas películas que llaman mi atención, pero Match Point había llegado a sacarme de quicio. Todos tiramos de la red para descargar las últimas novedades ante la imposibilidad de acudir al cine tantas veces como quisiéramos (económica, claro, porque de tiempo ando sobrao). En este caso, parecía inútil. Imagino que todos habéis disfrutado de una, digamos, explícita película porno cuando pensabais que se trataba del film mencionado, y si no os ha ocurrido, mejor que ni lo intentéis.

Tras el ya rutinario tour matutino distribuyendo mi currículo por todas partes, me dirigí al video club de una amiga. Casualidades de la vida, aparecí unos minutos después de que llegasen las ansiadas primicias cinematográficas. ¿Adivináis qué película había entrado esa mañana? Vamos, es fácil, poned un poquito de vuestra parte... Eso es, la perseguida Match Point. No lo dudé ni un segundo, la alquilé rápidamente (Saray, vete al más cercano, anda)

A las cuatro de la tarde me dispuse a gozar de mi tesoro muy bien acompañado por un enorme recipiente, hasta arriba, de palomitas y un gigantesco vaso de coca-cola. Y la vi, después de mucho tiempo, la vi.

No sé si fue fruto de la necesidad que sentía para con esa película, pero la verdad es que con pocas he disfrutado tanto. Un argumento bastante interesante que no os voy a desvelar porque merece la pena verla. Pero, me quedo con el mensaje que se lanza al principio de la historia, muy vinculado al final, por cierto: la suerte es un factor muy importante en el desarrollo de nuestra vida. Dicen que el universo se creó por puro azar (teorías teológicas al margen). Todos conocemos la típica frase de “unos nacen con estrella y otros estrellaos” (Saray, no te digo nada, no?) , o la de “la suerte de la fea la guapa la desea” o la de “afortunado en el juego, desafortunado en amores”. Algunos creen que las cosas se logran a base de esfuerzo, otros que éste tiene que ir de la manita de la suerte para llegar a conseguir algo...

Puede que tuviera tino al aparecer en el momento justo en aquel video club, pero, en cambio, no corrí la misma suerte con mi ya desesperante búsqueda de trabajo (y de mi mismo). Es cuestión de suerte que le llamen a uno, o es que uno no sabe ni cómo ni dónde buscar, o es que uno depende de la suerte de tener un enchufe como la copa de un pino, no lo sé... Sin embargo, lo que si sé es que en el juego no soy ninguna estrella.

En definitiva, creo que se tenga o no a la suerte como aliada, lo que nunca debemos hacer, en cualquier ámbito, es dejar de lanzar los dados que van construyendo nuestro destino.

Mucha suerte...

Es lo que tiene...


Como podéis ver, he dedicado algo de tiempo a mejorar la imagen del blog. Lo he hecho por dos razones: una, por vosotros y, la otra, por el soberano aburrimiento que me aborda en estos momentos de mi existencia. Es lo que tiene no estar en Roma, donde cada paso que se da es una sonriente aventura; es lo que tiene no tener nada que hacer; es lo que tiene buscar trabajo (de lo que sea) y no encontrarlo... Y hablando de esa hermosa ciudad, lo siento Valentina, pero dudo mucho que pueda volver a escribir algo sobre mi estancia en aquel país. Probablemente caeré en algún comentario o recuerdo de todo aquello que viví, pero nada más, al menos por ahora.

Hace un par de días tuve que ir a mi segundo hogar, Sevilla, donde he pasado cuatro universitarios años inolvidables. Tras una hora y quince minutos de tren llegué a San Bernardo (legendario sitio-estación de botellón hispalense hasta que comenzaron las obras del metro). Me dirigí en el autobús veinticinco hasta Puerta Jerez, y de allí caminando (otra vez por culpa de la metropolitana) al Rectorado para entregar los documentos que certifican que estuve en Roma. Seis meses resumidos en un ‘puto’ papel, pero bueno, es lo que tiene... Me atendió una chica joven, que por su, digamos, eficacia pude adivinar que era otra estudiante inocente que entra en el mundo de los becarios (como todos) y no tiene ni idea de cuál es su cometido y mucho menos de por qué está ahí. Una vez que entendió aquello que le estaba pidiendo, me lo consiguió muy amablemente, pero eso sí con la lentitud propia del cine más oriental (Véase, El olor a la papaya verde). Luego, una señora muy simpática me hizo rellenar una encuesta sobre mi permanencia en ese lugar que ya todos sabéis. La primera cuestión fue la culpable de que completara el formulario sin ni siquiera pensarlo: “¿Qué tipo de recibimiento le hicieron al llegar al país de acogida?”. Ja, no me hagas reír!! Si entendemos por ser bien recibidos que no tuvieran ni la más remota noción de que mi amiga y yo llegábamos, pues sí que hubo recibimiento, tiraron la casa por la ventana... Por cierto, ves Valentina como siempre sale el tema...

Pero bueno es lo que tiene formar parte de una facultad como lo mía, siempre pendiente de sus alumnos (captáis la ironía, verdad?). Ahí es donde acabé aquel día, en plena Cartuja, intentando finiquitar los trámites del final de la beca Erasmus. Evidentemente, y ya lo sabía antes de legar allí, no pude hacer absolutamente casi nada. Así que tendré que volver de nuevo, algo que no me disgusta, dicho sea de paso. Ir a Sevilla me ha abierto un poco los ojos, no sé, me gustó regresar y comprobar que realmente pueda llegar a convertirse en mi sitio...

Mi trocito de vida


Ya hace tres semanas que regresé a España. Durante todo este tiempo no me he atrevido a publicar nada, supongo que por miedo a no saber, o no tener, qué decir. Puede que haya decidido comenzar a escribir de nuevo porque Saray me ha incitado a hacerlo de una forma un tanto sutil (colgando un artículo antes que yo), o simplemente porque sí... El caso es que de un modo u otro, todo en la vida se acaba, cada etapa tiene su tiempo, que, como bien dice el nombre de este mi sitio, siempre nos vence. Así, Roma queda atrás, pero siempre con la esperanza de volver, rememorar todos esos inolvidables momentos que están grabados en mi mente y recuperar cada uno de esos lugares maravillosos que se tallaron en mi retina.

Veintiún días de adaptación al medio en el que he estado toda mi vida pero que ahora parece no querer acogerme para continuar. Reencuentros con los amigos de siempre, que, como bien te aseguraron, estarían ahí para cuando volvieses; la familia que permanecerá eternamente por muy lejos que te vayas; antiguos compañeros que aparecen como de la nada y se interesan por ti... En fin, que son todos los que están, pero no están todos los que son. Y eso va por los que me robasteis un pedacito para darme a cambio un trocito de vosotros.

Esa rayita chunga


El texto que tenéis a continuación lo he visto en un par de blogs. En uno de ellos se dice que el texto pertenece a una columna de El Semanal. No sé si será verdad o no, lo cierto es que el texto merece la pena leerlo.

"Vamos a poner las cosas claras, tío. No te voy a decir nada que no sepas. Pero tu madre me pide que te resuma la película. Según ella, con veinte años te pones de perico hasta las cejas. ¿Quieres que te lo diga con sus mismas palabras? Sin pegas te lo repito: «Mi hijo está hundiéndose en el mundo de la coca y nos está arrastrando a nosotros al infierno». ¿Te reconoces en el retrato? Fíjate lo acojonada que estará, la pobre, para contarme eso. Y contármelo así. También cuenta que me lees desde hace tiempo. Lector acérrimo, te llama. Y ahí me pilla por los huevos, porque de eso a llamarte amigo mío no cabe el canto de un euro. ¿Comprendes? Me implica y me compromete. Un amigo tuyo se está jodiendo la vida con la puta coca, viene a contar –en traducción libre, claro, porque tu vieja no habla así ni de coña–, así que dile algo. Y aquí me tienes, oye. Diciéndotelo.

Vaya por delante que comprendo lo fácil que es. Te vas de fiesta con tu churri el sábado por la noche, empiezas la marcha, pillas un ciego entre música y baile, y siempre hay un amigo, o tú mismo, que tiene a mano treinta mortadelos para medio gramo; y como en este país de mierda todo cristo trapichea con perico sin que pase nada, te basta mirar alrededor y encuentras suficiente para empolvaros tú y tu cari, y encima aún queda para un nevadito como postre. Eso también lo comprendo. Las pirulas, como a estas alturas sabe todo dios –menos los retrasados mentales que aún las engullen–, tienen muy mal rollo y te hacen polvo; y cuando mezcla, la peña palma que te rilas. Por otra parte, si te emporras te vas abajo y se acaba la fiesta. Así que el perico parece lo adecuado. ¿Verdad? Te pones hasta las patas de alcohol, luego te metes una raya, y acto seguido te comes el mundo, tan lúcido y despejado como si acabaras de salir de la ducha. Pero tiene truco, tío. Te lo juro. Es como jugar al póker con el diablo de tahúr. A la larga siempre pierdes.

Puedes perder, sin más, en la primera mano. Que pasa mucho, por cierto. A tu edad uno se cree inmortal. Invulnerable. Metes a tu pavita en el Focus o el Ibiza, lo pones a ciento ochenta y te crees lúcido y despejado. Yo controlo, dices. Nos vemos en tal sitio para seguir la fiesta. Y donde te ven al día siguiente es en las páginas de sucesos, colega, con la gente que mueve la cabeza y dice: otro gilipollas que no sólo palmó él, que todavía, sino que palmó con la novia, con dos amigos y con un pobre hombre que venía en dirección contraria, camino del trabajo, a las seis de la mañana. Otro cretino irresponsable que, ignorando el valor de la vida, la derrochó estúpidamente y se la quitó a unos cuantos más. Un tiñalpa cutre que, como decía Clint Eastwood en Sin perdón, perdió cuanto tenía y también cuanto podría llegar a tener. Y ese será tu epitafio, amigo. Todos nos iremos un día. Sí. Pero tú te habrás ido mucho antes. Como un carajote, que dicen los andaluces. Como un imbécil.

También queda la segunda posibilidad, y no sé cuál es peor. Puede que tengas suerte y sobrevivas. Te harás mayor, tendrás un curro, te casarás o lo que sea. Y aunque eres un tío seguro y dices que controlas, que sólo es de sábado en sábado y etcétera, llegará un momento en que no podrás hacer nada importante sin cantar línea en ese bingo. De eso dependerá la concentración, la lucidez, la energía. Serás un esclavo toda tu vida, o la vida que te quede por vivir. Porque ésa es otra. La coca rompe los sesos, colega. Ese anuncio del gusano que se mete por las napias es, por una vez, verdad de la buena. Cuando de tanto dejarlo para más tarde tengas el tabique nasal hecho polvo, cuando sangres como un gorrino y te pases el día sorbiéndote los mocos con la gente mirándote entre compasiva y asqueada, y necesites empericarte, no ya con medio gramo un fin de semana, sino con un gramo diario, y se te vaya la viruta en pagarte las dosis –echa cuentas en euros y acojónate, colega–, lamentarás no haberte conformado aquellos sábados con unas cervezas. Si no reaccionas a tiempo, te habrás convertido en una piltrafa. Y lo que es peor: lo sabrás cada vez que te mires al espejo. Para entonces puede que me sigas leyendo, si aún le doy a la tecla. Igual sí, igual no. Pero si quieres que te diga la verdad, me importa un bledo que a esas alturas me leas o no, porque ya no serás ni sombra de lo que eres. Ni yo estaré orgulloso de llamarte amigo, ni lo mío te servirá para nada. Serás un perfecto mierdecilla, tío. ¿De verdad vas a hacernos a tu madre y a mí esa putada?"




XML

Powered by Blogger

make money online blogger templates



© 2006 Vencidos por el tiempo | Blogger Templates by GeckoandFly.
No part of the content or the blog may be reproduced without prior written permission.
Learn how to make money online | First Aid and Health Information at Medical Health